Santiponce Itálica

Patrimonio

Un inmenso legado por descubrir

Castillo de Luna

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Su situación privilegiada, dominando los amplios territorios del Norte que van perfilando la Campiña, propició asentamientos en épocas muy tempranas. El Castillo comenzó siendo un baluarte defensivo de los Íbero-Turdetanos, allá por el siglo V a. C., pasando a ser con los cartagineses, 200 años después, una torre de vigilancia. Más tarde, los romanos ampliaron el recinto, adoptando gran protagonismo en el siglo V, defendiendo el territorio ante las incursiones bárbaras. La ocupación de aquel “Castelo” romano como baluarte defensivo pasó más tarde a los musulmanes, como Alcazaba. La importancia de los musulmanes en este periodo se pone de manifiesto por el material cerámico y monetario encontrado en el Castillo.

En el s. XIII, Fernando III el Santo inició la reconquista, pasando el lugar a formar parte de la llamada Banda Morisca. Desde este momento, el Castillo pasa a ser punto de defensa y vigía de las incursiones musulmanas procedentes de la serranía de Ronda. 

El Castillo fue propiedad de distintas personas hasta que Alfonso X lo cedió a la Orden Militar de Calatrava, quienes llevaron reformas significativas en una de sus naves inferiores. Posiblemente, fue destinada a capilla donde se veneró a la Virgen de las Virtudes, hoy patrona del municipio y titular de la parroquia que lleva su nombre. 

En poder de esta orden estuvo hasta que D. Pedro Téllez Girón consiguió del rey Enrique IV que pasara a formar parte de su patrimonio personal. Poco tiempo tardó en dar los pasos necesarios para repoblar la zona, como consecuencia de la expulsión de los musulmanes en 1264. Al amparo del castillo se dictó la Carta-Puebla que estableció las bases para el asentamiento del pueblo actual

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