La advocación a la Virgen de las Huertas hay que buscarla en el siglo XIII, tras la conquista por Fernando III y posterior repartición de Sevilla. La talla, anónima (atribuida a Jorge Fernández o Pedro Millán), que ahora preside el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de las Huertas data del siglo XVI. A pesar de esta devoción hacia la Virgen, en La Puebla de los Infantes no se celebraba una romería como tal y todo surge de forma espontánea cuando la imagen es llevada a Sevilla para su restauración en 1977, labor que realizó el profesor Francisco Peláez del Espino. Cuando los trabajos acaban y la imagen parte hacia La Puebla, son muchos los vecinos que acuden hasta Sevilla para que la nueva imagen de su Virgen no viaje sola. Ello provoca que la talla vaya en un coche descubierto, aunque muy protegida, y así recorre los casi 80 kilómetros que separan ambas localidades. La llegada de la Virgen a los pueblos por lo que va pasando provoca la lógica curiosidad de cuantos ven aquella improvisada romería motorizada. Mientras, los vecinos que se han quedado en La Puebla deciden ir a recibir a su Patrona a la finca de El Campillo, distante unos cinco kilómetros de la localidad. Cuando la talla llega se produce una explosión de júbilo al descubrir cómo ha quedado, lo que acarrea, a su vez, que allí mismo se comience a cantar y bailar en su honor. Se celebra una Misa y desde allí es trasladada a hombros hasta su Iglesia. Este improvisado acto festivo-religioso motivó que se pidiera al párroco la “institucionalización” de la romería en aquel mismo lugar. Sin embargo, en este paraje sólo se celebró un año, dado que un vecino (sacerdote) donó un terreno en su finca “La Fortuna” donde construir una ermita, por lo que en ediciones posteriores comenzó a celebrarse allí la romería. Fueron los propios puebleños los que la levantaron, aprovechando los fines de semana para trabajar desinteresadamente, como también lo hicieron otros foráneos de La Puebla. Se terminó en 1985 y fue bendecida por el entonces arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo Vallejo.
La Virgen de las Huertas no va en peregrinación a su ermita, dado que sólo sale de su Iglesia para la Festividad del 15 de agosto o en celebraciones extraordinarias, como la que tuvo lugar en 2002 con motivo de su coronación. Así, el primer domingo de junio parte el Simpecado tirado por bueyes o mulos a las nueve de la mañana, tras celebrarse una Misa. Le siguen los caballistas, carrozas y romeros a pie que parten hacia la ermita, aunque antes paran en el cementerio para rezar un Padrenuestro en memoria de los difuntos. Los peregrinos llegan al mediodía para inmediatamente celebrar una Misa de Romeros, cantada por el coro parroquial. Cuando ésta termina, se inicia la comida de hermandad. Ya a las siete se reza el Rosario. Se trata de un momento muy emotivo porque en el camino que rodea a la ermita se han señalado con azulejos los misterios, acto de recogimiento tras el cual se inicia el camino de vuelta.
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